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11,40 €Te encuentras solo en una habitación, leyendo sus poemas. No sucede nada, nada raro, pero de pronto, digamos hacia la página 17 o 18, oyes un suspiro ùrecuerda: no hay nadie contigo, nadie másù. O una palabra susurrada: alguien. No te alarmas, pero creÃas que estabas solo. Es posible que no. La sensación es como lo que Freud solÃa llamar unheimlich, lo que nos sobrecoge.Ese es el efecto de los poemas de Emily Fragos. Al igual que su creadora, los lectores están acompañados, aunque en un sentido profundo no lo sepan. No resulta desagradable ser escoltado, atendido e incluido de este modo, pero no lo esperábamos. Y como Robert Frost solÃa decir: «si el escritor no se sorprende, el lector no se sorprende».