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17,01 €Los trabajos reunidos en la colección HISTORIA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES tienen un protagonista: las masas. El análisis de los movimientos sociales ha impulsado el desarrollo de una disciplina -la historia social- ritualmente invocada, a partir de 1930, como parte de la "historia económica y social". Esta rama histórica se ha convertido en campo privilegiado de convergencia de la antropologÃa, la sociologÃa y la historia. Su metodologÃa ofrece la variedad y amplitud propias de una disciplina en rápida gestación, nutrida por polémicas fructÃferas. La historia de los movimientos sociales castellanos en la Edad Moderna es hasta el presente tan desconocida, que a menudo se llega a negar incluso su existencia. La obra de Pedro L. Lorenzo saca a la luz un volumen importante de revueltas populares en estos siglos, demostrando que la calma social castellana era sólo aparente. Las frecuentes revueltas contra el régimen señorial, las oligarquÃas municipales, la nobleza o la lucha contra la corrupción, entre otros tipos de conflictos, nos muestran un ambiente polÃtico y social inestable y, en determinadas coyunturas, sumamente crispado. Enmarcándola en una reconstrucción empÃrica rigurosa, el autor elabora una teorÃa general sobre los movimientos sociales, en la lÃnea de la teorÃa polÃtica del conflicto, en la que las movilizaciones populares, incluso las menos elaboradas en apariencia, no son explosiones de cólera provocadas por siglos, años o meses de miseria y sufrimiento, ni mucho menos obra de agitadores o de gentes desesperadas que no encontraban otra forma de hacer públicas sus quejas. La rebeldÃa no era fruto de la miseria, ésta sólo conduce al miedo, al fatalismo y a la su- misión. La rebelión precisa ideas polÃticas y crispación psicológica que creen un estado de opinión propicio; necesita cauces institucionalizados o, cuando menos, reconocidos como legÃtimos, que permitan la organización de los descontentos; también un mÃnimo de solidez económica entre los participantes; y sobre todo, es imprescindible la confianza en el éxito, cierto grado de solidaridad interna en el grupo y la certeza de que tanto los fines como los medios a emplear son moralmente legÃtimos y estratégicamente realistas.